La ecuación perfecta

 

Peter Pan no quería hacerse mayor. Siempre me llamó la atención, desde pequeño, esa magnífica contradicción que se recreaba en la famosa escena del Big Ben. Peter, haciendo equilibrio en las agujas, sin miedo, ya que su habilidad para volar había surgido de diferentes teorías que nos hablan de niños-pájaro y polvos de hadas, veía como éstas se movían y, consecuentemente, pasaba el tiempo. Él, impertérrito, sabiéndose ganador frente al reloj, guiaba a los niños con la fiel compañía de Campanilla.

 

James Mathew Barrie nos narró la historia de un niño que no debía recordar sus aventuras, ni aprender nada sobre el mundo que le rodea. Ese era el secreto de la eterna juventud que tanto se ha insistido en buscar en la literatura y en las clínicas de cirugía estética. Más hubieran ganado determinadas divas poniéndose un vestido verde en vez de agujas en el rostro. Pero volvamos a Peter, no divaguemos, sólo un momento más. Su habilidad más mágica, obviando lo de desafiar a la gravedad, cuenta también con esa lista de pros y contras que Mar nos enseñó como técnica a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones. La gran contra de Peter es que, al no crecer, su personalidad viraba contínuamente hacia la inmadurez, el egoísmo o la insensatez. Es ahí donde caí en esa extraordinaria contradicción que es Jennifer del Blanco, más de dos décadas después de descubrir aquella parte de la película.

 

 

Jenni goza de una juventud insultante, incluso en relación con los demás integrantes de la Lanzadera, aunque ella misma se encargó de arrollar la barrera de la edad y demostró pronto que su caso no es normal. La madurez, responsabilidad y claridad de ideas que tiene son sólo posibles para una persona que se tuvo que acostumbrar pronto a coger pesos, levantarlos y lanzarlos. Anímicos y literales. Crecimiento personal por obligación y convicción.

 

La ecuación nos devuelve al “Versus” que la hace diferente. Junto a lo explicado antes está lo mágico de su historia. Sus ojos y su narración de lo que siente, hacen transparente la edad que encierra. Las ganas, la ilusión, el movimiento continuo, la investigación y sus ganas de absorber conocimientos. Su ímpetu en la búsqueda de su objetivo formativo y laboral. Una personalidad moldeada a su antojo y una pelusa terrible si fueras su hermano mayor.

 

Su mano levantada y el desparpajo para llegar y transmitir su esencia a quien se le cruza han hecho de Jennifer el producto total del programa. Marca que ya ha sido capaz de vender y convencer de que no se equivocan con la compra. Un valor añadido que se ha seguido puliendo con esta Lanzadera. Una persona que pisa fuerte y sabe que sus dos siguientes pasos serán de mayor profundidad. Una contradicción que no verás Nunca Jamás.