Exprimiendo las horas: taller de gestión del tiempo

Amable lector: es justo agradecerle el tiempo que va a dedicar a leer estas palabras… porque ese tiempo no va a volver. De cómo lo empleemos dependerá que haya merecido la pena la inversión. El tiempo es la vida misma y lo que hacemos con ella, en un flujo constante y sin retorno. Dicho esto, hablar de la importancia de gestionarlo adecuadamente es casi una obviedad.

Nuestra técnica, Mar Quintero, con la mentalidad práctica que la caracteriza, ya tenía previsto un taller en el que darnos una pautas de incuestionable utilidad para mejorar la gestión de este valiosísimo recurso. Podemos pensar que son perogrulladas, pero lo cierto es que por costumbres adquiridas inconscientemente, por hábitos mejorables, o por factores de influencia externa, las 24 horas del día pueden dar cabida a más y mejor contenido.

En situaciones como el desempleo, es frecuente que la pérdida de rutinas que llevaban a una organización eficiente –aunque fuera solo por pura necesidad- dé lugar a una desestructuración del día a día, que desemboca en un mal aprovechamiento de las horas que ahora se tienen disponibles.



Los objetivos del tiempo que destinamos a este taller son, por tanto, aportar calidad a la cantidad de este recurso, mejorar la planificación de forma eficaz, aprender a priorizar lo que hacemos y algo muy práctico: cambiar intenciones por acciones. Con esto, si lo hemos aprovechado bien, habremos aprendido a optimizar nuestro rendimiento, tanto a nivel profesional como en cuanto a calidad de vida a nivel personal. Casi nada… Pues vamos con ello.

Lo hemos visto con ejemplos prácticos, y hemos comprobado que el “principio de Pareto” se cumple con preocupante claridad: el 20 % del tiempo de trabajo aporta el 80 % de los resultados. En consecuencia, el 80 % del tiempo restante aporta muy poco, de ahí que sea evidentemente interesante concentrarse en ese porcentaje de tiempo útil.

Empezamos el taller con un cuestionario personal, en el que cada uno evaluamos cómo se distribuye nuestro día a día, y cuál sería la distribución ideal. Es lógico, ya que para saber qué hay que mejorar conviene saber cómo actuamos. Y aquí entran en juego esos elementos disuasorios conocidos como “ladrones del tiempo”. Aunque suene a manual de autoayuda, el que esté libre de ellos que levante la mano; si lo analizamos bien, con verdadero ánimo de autoanálisis y mejora, comprobaremos que hay una serie de hábitos inadecuados que nos roban ese recurso tan valioso cono irrecuperable.  Ya sea el perfeccionismo desmesurado, el “dejar para luego”, la dispersión al hacer varias cosas a la vez, complacer a los demás cuando nos piden algo sin valorar si es urgente o prioritario, o el propio modo de priorizar las acciones. No digamos nada ya de elementos como la televisión, internet, etc.

Pues bien, todo esto se puede corregir, por supuesto que sí, mediante una serie de pautas muy lógicas pero que requieren autoanálisis y disciplina, porque enraízan con costumbres adquiridas que resultan muy complicadas de cambiar por lo interiorizadas que las tenemos.



Para enfrentarnos de manera práctica con la gestión del tiempo, hicimos un divertido pero revelador ejercicio práctico, consistente en competir por equipos, resultando vencedor el que, en un tiempo limitado, consiguiera una estructura lo más alta posible utilizando unos espaguetis, un rollo de celo, unas tijeras, un ovillo y un malvavisco que debía ir situado en la cúspide. Muy divertido, sí, pero hace pensar sobre la utilidad de una buena gestión y una buena planificación.

Análisis, organización, orden de prioridades y disciplina a la hora de corregir malos hábitos. Y compromiso, cada uno consigo mismo. A ser posible, por escrito, sellando un pacto del que resulte difícil desvincularse. ¿El premio? Tiempo de calidad para la búsqueda de empleo; tiempo, en definitiva, para ganar en calidad de vida.