Taller de mindfulness con Patricia Galdón

Ayer en la Lanzadera de Ontinyent tuvimos la suerte de recibir un regalo: más tiempo.

Nos visitó Patricia Galdón Carreño, directora de Esin, Escuela Internacional de Desarrollo del Talento, en Valencia para impartirnos un taller de mindfulness.

¿Qué es eso del mindfulness? El mindfulness se define como la concentración de la atención y la conciencia, algo así como vivir el momento con todos nuestros sentidos.

Nos ha hecho conocer un poco mejor a esos “monstruitos” que se apoderan de nuestra mente, de nuestro ahora, y que nos van restando energía. Estrés, ansiedad, nostalgia,… La verdad es que una vez les ponemos cara y nombre son más fáciles de aceptar y dejar que pasen de largo.

Para ello nos ha enseñado una herramienta con la que poder catalogar nuestras preocupaciones en tres categorías, y dependiendo de dónde ubicáramos cada una de ellas, saber cómo debíamos gestionarlas. Una herramienta muy poderosa que seguro nos aporta resultados asombrosos cuando la utilicemos en nuestros conflictos internos.

 

 

También ha compartido con nosotros tres cuentos asombrosos: una adaptación de “el buscador” de Jorge Bucay, “los monjes, la mujer y el río” y uno de cosecha propia que hicimos entre todos los lanzader@s gracias a la aleatoriedad de unos dados y que decía así:

La historia de Mohammed y Faisal, dos hermanos que vivían en un pueblo cerca de Casa Blanca (Marruecos), como a unos 20 o 21 kilómetros y que se dedicaban a vender telas con dos burritos que tenían… dos hermanos que aunque físicamente eran muy parecidos, por dentro, estaban en momentos muy distintos. Mohammed, el hermano mayor adoraba el trabajo que hacía. Le encantaba llegar a los pequeños mercados y compartir con los aldeanos sus mercancías llenas de colores, siempre sabía que tela le iba a encantar a cada mujer.. sentía que tenía un don, y eso le hacía sonreír desde que se levantaba hasta que se ponía el sol. En cambio, Faisal, el hermano menor no entendía a su hermano… no entendía como era feliz viviendo de pueblo en pueblo, teniendo tan cerca Casa Blanca o incluso pudiendo vivir en Marrakech… se sentía triste por dentro.

Faisal deseaba con todas sus fuerzas poder cambiar esa tristeza, por una bella sonrisa como la de su hermano. Y estaba decidido a buscar en su interior la forma. Empezaría agradeciendo y sonriéndole a la vida por esos pequeños detalles: la cesta de comida que su hermana Fatima les preparaba cada mañana, por los gestos de afecto que le mostraban los burros cada vez que les daba de beber, o incluso por las sinceras sonrisas que los demás mercaderes les brindaban cuando día tras día se cruzaban con ellos…

El tiempo pasaba, y poco a poco el negocio prosperó,… y los hermanos Mohammed y Faisal pudieron comprar un caballo, que no solo les permitía llevar más mercancía, sino que además les permitió llegar a lugares donde nunca antes habían llegado. Un día sin más, llegaron a un viejo pero imponente puente, donde un soldado que allí vigilaba les preguntó:

- ¿A dónde pretendéis ir?”

Mohammed, por saberse el hermano mayor, y por calmar el posible nerviosismo de su hermano se disponía a contestar cuando sorprendido escucho a Faisal decir: 

- Nos vamos a Marte.

- ¿A Marte?” - pregunto el soldado.

- Nos íbamos a Casa Blanca esta vez, y a Marrakech en breve… pero se nos va a quedar tan pequeño el mundo… que nos vamos a Marte” - respondió el hermano menor.

El soldado sonrió, les dejó marchar y les deseó que Allah les protegiera y guiara sus pasos.

Ese fue sin duda el día más feliz de Mohammed, que vio por fin sonreír de corazón a su hermano pequeño Faisal… y supo que por duro y pesado que a veces era ser mercader, la riqueza más importante ya la había encontrado, la sonrisa sincera de Faisal que nunca más desaparecería de su rostro.

 

 

También hemos conocido un poco más nuestros valores… si bien es cierto que ya los habíamos trabajado en la Lanzadera, hoy nos ha hecho llevarlos al extremo… haciéndonos “renunciar” por un momento a algunos de ellos por causas como la paz en el mundo, por la igualdad o la salud de los nuestros. En ese momento todos sentíamos que nos arrebataba una pequeña “gran” parte de nosotros… y aunque creo que durante ese juego se ha convertido en uno de nuestros “TOP 3 de gente más odiada por momentos”, la verdad es que nos ha enseñado una valiosísima lección: nuestros valores no se deben poner en venta.

Antes de cerrar la charla-taller, Patri nos ha dejado una última reflexión para valorar más el preciado tesoro que tenemos cada día al despertamos: cambiar TIEMPO por VIDA.

Por ejemplo, en vez de pensar “¿cuánto TIEMPO quiero dedicarle a una persona o un evento?”, pensar “¿cuánta VIDA quiero dedicarle a una persona o a ese evento?”

 

 

Ayer, sin habérnoslo planteado íbamos a dedicar un trocito de nuestro tiempo a un taller de mindfulness con Patri, y creo que hablo por todas mis compañeras, compañeros e incluso por nuestra técnico cuando le damos las gracias por compartir un poquito de su VIDA en hacer que valoremos más los pedacitos de la nuestra. Patri, que sepas que te estaremos siempre agradecidos porque nos has regalado tiempo, o como tú dices… nos has regalado VIDA.