Hace muchos años, cuando aún era sólo una niña, recuerdo un espíritu libre con un aura resplandeciente que me acariciaba mi cabello mientras escuchaba sus lecciones. Lecciones que a día de hoy aún puedo escucharlas y, deseosa de alcanzarlas, intento aprehenderlas con todo mi ser para poder ser como esa resplandeciente luz que llenaba mi alma, mi corazón y mi mente de amor, conocimientos y magia, mientras inspiraba a iguales a sumergirse en este maravilloso camino.
Quizás ese espíritu, para mí divino, fue una de las razones por las que elegí mi pasión: La Psicología. Doctrina que está más allá de lo visible y material pues, para mí, es la ciencia de la vida, de lo humano y del amor. Una de las cosas más bellas del universo y a la que doy gracias por haberla encontrado en mí. Por todo ello, me sumerjo en esta maravillosa profesión para alcanzar mis sueños: transmitir luz y esperanza, desenredar pensamientos para hacerlos mágicos, aprender a vivir desde una perspectiva positiva y amar lo que somos.