Con quince años leí 1984, de George Orwell. Recuerdo que me inquietó sobremanera aquel futuro distópico en el que se había impuesto la neolengua: el léxico se reducía al mínimo, limitando así la capacidad de pensamiento de sus hablantes.
Me llamo Edurne García Márquez y fue dicho libro el que me impulsó a estudiar el Bachillerato de Humanidades y, posteriormente, a licenciarme en Traducción e Interpretación. Nada me motiva más que comprender una idea o concepto que antes me era ajeno y, al expresarlo en mi propia lengua, hacerlo accesible a un colectivo mayor.
Tengo experiencia como administrativa en un despacho de abogados donde me encargaba, cuando era necesario, de la recepción de clientes y la redacción y emisión de facturas. Disfruté mucho más, no obstante, ejerciendo como intérprete entre la abogada y sus clientes extranjeros y traduciendo documentosy leyes del inglés (como, por ejemplo, la Ley finesa de Igualdad entre Mujeres y Hombres).
He corregido trabajos de fin de carrera, traducido manuales de juegos y aceptado cada pequeño encargo, consciente de que todo ello suma experiencia y vocabulario… y me acerca a un trabajo que mantenga mi mente en constante ejercicio.
Si no tiene nombre, no existe y no se puede expresar.
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