Carta de una ex participante de la Lanzadera de Castilleja

Esta semana estamos de suerte. Hemos recibido una carta de María José, antigua participante de la I Lanzadera de Empleo de Castilleja de la Cuesta, relatándonos qué ha sido para ella participar en este innovador programa de orientación laboral y cómo le ha cambiado la vida.

 

Nos cuenta cómo ha conseguido superar la soledad y los miedos que acarrea el paro, cambiar de actitud y ser protagonista de un proceso de transformación personal y profesional que le ha llevado a conseguir su actual trabajo en una inmobiliaria. El texto es extenso pero merece mucho la pena leerlo.

 

 

"Hola soy Mª José y tengo 47 años. He sido y soy (porque ya siempre formare parte de la familia “lanzaderil”) participante de la Lanzadera de Empleo de Castilleja de la Cuesta, que empezó en octubre de 2018. Me gustaría mediante este escrito explicar cómo llegué a la lanzadera y expresar lo que ha sido, es y será esta experiencia para mí; y hablo en primera persona, aunque sé que mis compañer@s sienten y opinan lo mismo que yo.

 

He estado trabajando en diferentes empresas desde antes de terminar mis estudios. En mi época mi titulación tenia este nombre: Técnico Superior Administrativo con especialidad en Secretariado Bilingüe. En marzo de 2017 me quedé en paro después de llevar 11 años en la empresa donde trabajaba. Al principio no fue un trauma, pensé: “ahora descanso un poco que me lo merezco y en unos meses actualizo mi currículum, buscaré y me apuntaré a todos los cursos que encuentre, enviare el currículum y listo”. Ese era el plan y eso es lo que hice, pero las cosas no salieron como esperaba: enviaba currículums que me eran devueltos, iba a visitar y a entregar currículums a empresas y no los cogían. Casi todas me decían que lo subiese en su web. Así lo hice…

 

Me pasaba horas  rellenando cuestionarios de diferentes empresas y trabajos a los que quería optar, me di de alta en todas las páginas de empleo que conocía, me puse un horario y me lo tomé como un trabajo. Nadie me respondía ni me llamaban para ninguna entrevista. Empecé a desanimarme y fui al único sitio dónde pensé que me podían ayudar: al INEM. Allí me dijeron que para empezar quitara la fecha de nacimiento del CV y que cambiara la titulación porque estaba obsoleta. Ya no existe. Ahora es Técnico en Administración y Finanzas. Lo hice y empezaron a llegar ofertas. Fui a muchas entrevistas y en casi todas tuve buenas sensaciones hasta que me pedían un dato que no venía en el CV: mi fecha de nacimiento. En ese momento me daba cuenta de que estaba descartada. Siempre me respondían lo mismo: usted da el perfil en experiencia, pero estamos buscando a alguien más joven”.

 

En ese momento empecé a caer… Seguía enviando CVs, inscribiéndome en páginas de empleo y tomándomelo como un trabajo, pero pensaba ¿Para qué? Sabía que debía hacer algo, pero no sabía el qué, ni el cómo, porque vale que en algunas entrevistas me rechazaban por mi edad, pero he de ser sincera: mi currículum después de 20 años de haber terminado mis estudios se había quedado obsoleto. Eso es una realidad, tenía que enfrentarme a ello. ¡Si hasta mi título había cambiado de nombre! Y ahora venía el tema del idioma y de las redes sociales. Sabía lo que tenía que hacer, pero no cómo y lo más importante: no sabía para qué, porque en mi fuero interno yo pensaba: “vale, me pongo a estudiar. ¿Cuánto?, ¿3 años?, ¿Un módulo? ¿Y cuando termine qué tengo?, ¿50 años? ¿En serio Mª José? Y ahí tenía mi excusa. Era más fácil sentirme así que poner remedio y buscar ayuda.

 

Pasaron varios meses y un día vi un anuncio de la lanzadera en la web del ayuntamiento. No sabía qué era, pero si supe que si me aceptaban iba a estar 5 meses ocupada en algo que no fuera darle vueltas a mi situación laboral y lamentarme de ello. Lo tenía muy difícil porque en la oferta ponía que era preferentemente para jóvenes. Normalmente no lo habría echado, pero algo en mi interior me decía que sí… Pensé que sería un curso largo donde habría algún intensivo de informática, algo de idiomas, redes sociales y a mi todo eso me iba a venir bien, y me extrañaba que un curso así durara tanto tiempo.

 

Ya casi me había olvidado de aquella solicitud cuando recibí un mail para convocarme a una reunión donde nos iban a explicar qué era eso de las Lanzaderas de Empleo. Ese día sin saberlo mi vida empezó a cambiar… Aquella reunión me dejó peor de lo que iba. Casi todos los asistentes eran chic@s jóvenes recién terminados sus estudios y que querían empezar su vida laboral. La primera frase que se me quedó grabada de esa chica de aspecto frágil -y mucho más joven que yo- que hablaba desde la tarima fue: 

 

Esto señores no es una agencia de empleo, aquí no le buscamos trabajo a nadie, aquí os vamos a enseñar y a daros herramientas para que vosotros busquéis trabajo en el momento en el que estamos y en la sociedad en la que vivimos, pero no lo haréis solos, sino en grupo, juntos todo va a ser más fácil. Seréis un grupo de 20 personas, algunas de esta reunión o no. Os vamos a hacer trabajar duro...”.

 

Después de casi 40 minutos escuchando a Irene, la técnico de la Lanzadera de Empleoy después de oír en varias ocasiones que es difícil encontrar trabajo a partir de los 40 y más aún si eres mujer, me desinflé del todo… ¡Cierto! ¡Ella NUNCA dijo que no fuera posible! Pero yo eso ya no lo oí o, tal vez, no quise oírlo… Llegué a casa diciendo “no me van a llamar y, además, si lo hacen ¿para qué? No me va a valer de nada”.

 

Cuál fue mi sorpresa cuando a los pocos días recibí una llamada para asistir a unas pruebas. Yo pensé: ¿pruebas? ¿pero esto qué es? ¿una oposición? Pero la curiosidad pudo más que la apatía y fui. Un par de preguntas, rellenar unos cuestionarios y unas actividades grupales que me parecieron de lo más raras y que no entendí para que valían -ahora sí lo sé- y un “Ya te llamaremos”. Pensé “sí claro, como no hay gente, y, además, cómo van a saber algo de mí por unos test. ¡Vaya manera de perder el tiempo!”. Y llegó otra llamada: “¿Sigues interesada en asistir a la Lanzadera? ¿Sí? Empezamos el día 20 de octubre, allí nos vemos".

 

Y así fue. El 20 de octubre, 20 personas diferentes que no nos conocíamos de nada empezamos. ¿Cómo fue? Creo que todos salimos diciendo "Esto no es para mí", "¿Esta tía quién se cree?", "¿Por qué quiere que le diga como estoy o como he llegado aquí?". "Que me enseñe a buscar trabajo y deje mi vida en paz... vamos, voy yo a contarle a unos desconocidos mi vida ¡porque ella me lo diga! Esta gente no sabe por lo que yo estoy pasando, nadie lo sabe y no pueden entenderme". Ya…

 

Ese fue el primer día.  Al minuto uno del segundo, después de una actividad grupal, Irene preguntó: "¿Alguien quiere decir algo?" Y salté… ¡Y eso es lo más importante! ¡Yoooo! que no hablo de mi vida, que más ayudar que pedir ayuda, que no me gusta que nadie vea mis debilidades. Yo empecé a hablar de cómo me sentía y rompí a llorar, hablaba y lloraba, y lloraba y lloraba… Y mientras lo hacía vi como el resto de mis compañer@s asentían y también rompían a llorar. En ese momento me di cuenta que no estaba sola, fue una sensación que nunca podré olvidar y ahí comprendí que estaba en familia. Entendí en ese momento que Irene vio algo en mí, vio mi necesitad, mi vulnerabilidad, vio que estaba abajo y que no sabía ni podía subir, por eso me eligió, por eso nos eligió a todos y a cada uno de nosotros, porque necesitábamos ayuda y no sabíamos cómo pedirla, estábamos perdidos y metidos en un círculo vicioso al que nos habíamos acostumbrado.

 

Irene, ¡qué difícil debe ser llegar a un aula y encontrarte de frente con 20 adultos, saber que están rotos -cada uno de ellos por un motivo diferente- y que tú tienes que hacerles tocar fondo para enseñarles a subir a la superficie! ¡Qué difícil debe ser notar, sentir y ver nuestras caras de reprobación y desgana! ¡Cuan duro debe ser tocar todas las teclas exactas para hacernos saltar y aun así no dejar de estar ahí! No soltarnos la mano, al revés, sujetarnos sin dar el tirón, explicándonos y haciéndonos ver que solo nosotros podemos hacerlo y notar como a veces no queremos ni mirarte porque lo único que en esos momento nos apetece es decirte de todo menos bonita… y seguir ahí y seguir hurgando y creyendo en nosotros. No entendíamos porque teníamos que hablar de nuestros sentimientos, pero ahora sabemos que teníamos que buscar dentro de nosotros y empezar desde cero para poder mostrar lo que somos, para poder asumir nuestros errores y darnos cuenta de que lo único que nos frena somos nosotros mismos.

 

Yo me fui pronto de la lanzadera -¡Encontré trabajo!- pero no nos equivoquemos. Si esa oportunidad de enviar el CV y esa entrevista hubiera sido un mes antes, yo hoy no estaría aquí trabajando. Irene me enseñó a mostrarme, me recordó la persona y la profesional que hay en mí y que yo tenía olvidada, escondida… me ayudó a levantarme, a enfrentarme a mis miedos, a dar un golpe en la mesa. Ella me llevó de la mano todo el camino. También mis compañer@s. Los que me dijeron lo bueno y lo malo, los que me animaron y empujaron a seguir, los que el día de mi entrevista estaban allí, en mi cabeza. Los sentía y los oía a tod@s. "Di esto, no hagas eso, ponte derecha, sonríe, no te rindas, tú vales, eres fuerte, eres valiente, recuerda: ¡si caes, levanta y vuela!, ¡VAMOS!". Estaban en mi discurso, en mi elevator pitch ¡y quién me iba a decir a mí que iba yo a saber qué era eso!

 

Cuando después comenté con el grupo cómo había ido la entrevista yo ya era otra persona. Aunque tenía la sensación de que mi currículum no les había gustado, porque así lo sentí; eso no me hizo caer, al contrario, quería seguir aprendiendo, saber dónde me había equivocado y prepararme para la siguiente, ¡Estaba lista! A los 15 días me llamaron y me dieron el puesto. 

 

Me dijeron que mi CV no les había impresionado, que hay muchos igual e incluso mejores que el mío; que lo que les llamó la atención de mí fue mi saber estar, la manera en la que afronte y respondí cada una de las preguntas dándome mi tiempo para mostrarme más allá de lo profesional, ahora que llevo un mes y medio sé que lo que vieron en mi fue a UNA PERSONA EMERGENTE. Irene, compañer@s ¡Vosotros me hicisteis emerger! ¡GRACIAS!

 

Lanzaderas de Empleo y Fundación Santa María la Real, no sé si sabéis hasta qué punto este proyecto les cambia la vida a las personas que en él participan. Creo que no sois conscientes. Desde fuera este trabajo puede parecer fácil, pero ya os digo yo que no... Estoy convencida de que algún que otro día, nuestra técnica ha llorado en el coche de camino a casa porque ha tenido que hacernos pasar un mal rato. Estoy segura. Sé que ha estado, como dicen hoy los jóvenes, 24/7 disponible para nosotr@s. Nunca nos ha dicho un “Ahora no” u “Hoy no, mañana”.

 

Este proyecto es muy bueno y la gente que trabaja en él es muy buena, pero yo solo hablo de quien conozco, en este caso de Irene. ¡Yo de “mayor” quiero ser como tú! Con todo ello lo que quiero decir es que deberían darle más importancia a esto. Que se oiga, que se conozca, que se hable en la prensa, en los telediarios... Que se cuente qué es una Lanzadera de Empleo, que hablen de sus profesionales, de la Fundación, de cómo funciona, estoy segura que más empresas se unirían a ella si supieran de su existencia…¡Hasta en la vallas publicitarias deberían hablar de las lanzaderas!

 

Hacéis un gran bien y ayudáis a que personas como yo, que hemos perdido la ilusión, y que nos sentimos chiquititas e inútiles por estar en situación de desempleo. Nos encontramos a nosotros mism@s, nos dais herramientas y conocimientos para enseñarnos a mostrarnos a los demás como somos: profesionales en busca de una oportunidad.

 

Si algún día vuelvo a quedarme en el paro, os buscare por todos lados y no pararé hasta volver a formar parte de esto. Y no solo porque estoy trabajando…Si estuviera con mis compañeros seguiría pensando lo mismo. La lanzadera no me ha buscado empleo, me ha abierto los ojos a una realidad que me negaba a ver. De nuestro equipo algunos hemos encontrado empleo, otros se están formando, otros han emprendido y el resto sigue buscando su camino gracias a vosotros. No tengo más que palabras de agradecimiento, para todo este mundo “lanzaderil”. Llegué aquí sintiéndome sola, pequeñita, infravalorada, descreída…Sentía que nadie me entendía, pensando que jamás volvería al mercado laboral y salí sintiéndome acompañada, con una gran familia, grande, valorada, sabiendo cuales son mis competencias y mis valores, ¡entendida por todos! Y lo más importante: TRABAJANDO.

 

Espero no haberos aburrido con esta larga y extensa exposición, pero necesitaba soltar todo esto. Muchas gracias a la Fundación Santa Maria la Real por tener iniciativas tan buenas basadas en PERSONAS. Gracias a Álvaro Retortillo y al resto del equipo por vuestro trabajo en el programa Lanzaderas de Empleo. Y en especial muchas Gracias a Irene Nárdiz por lo que me has enseñado, por haberme llevado al límite y por no haber tirado la toalla. ¡ MUCHAS GRACIAS!"