8 de marzo

 

 

La machista que llevamos dentro.

 

Creo que la siguiente historia real, va a reflejar a la perfección mi visión de un lugar, desde el que para mí, también nace la desigualdad, a partir del cual, creo, que merece la pena trabajar.

 

La historia trata de lo siguiente…”Cuatro amigos quedan para pasar un día en el campo, dos mujeres, divorciadas, y dos hombres solteros, uno de ellos homosexual, -detalles que pueden parecer irrelevantes,  pero que considero que son necesarios mencionar, para hacer más inciso en que, de alguna manera, pueden representar un grupo libre, moderno, actual, no apegado a las antiguas costumbres-.

 

De camino al campo, en el coche, Paloma pregunta a sus compañeros que de qué llevan hecho el bocadillo, y Blanca contesta: -de tortilla, y Jose igual, porque se lo he hecho yo, a lo que Paloma añade: -¡anda, pues el mío y el de Jesús son de atún, porque también los he hecho yo!. Y seguidamente  Blanca bromea diciendo: -ohhh, las dos le hemos hecho los bocatas a nuestros “mariditos”.

 

Poco después, en un momento a solas, las dos amigas comentan que han coincidido en lo de hacer el bocata a su amigo, porque tanto el uno, como el otro, estaban en casa de sus padres, y no sabían si su “madre” tendría pan para el día siguiente, y en lo mismo coinciden las dos, en que por contra, ellas, a última hora de la tarde bajaron corriendo a por una barra para tenerla dispuesta para el bocadillo del día siguiente, cosa de mujeres….

Lo que realmente es triste, es que ambas, acaban diciendo: ¡pues vaya “madres”!, que no tienen previsto tener pan suficiente….

 

¿Increíble no? Y sin embargo estos comentarios aparentemente inocentes, esta despreocupación de los dos amigos a la hora de prever lo necesario, esta modernidad de las divorciadas, que se hacen cargo del bocadillo del hombre, y el consiguiente critiqueo a esas “mujeres madres” que olvidaron comprar pan, parecen no tener importancia, pero se repiten en demasiadas situaciones similares, en distintos escenarios, y de esta manera siguen sembrando la desigualdad y el machismo, sin que a veces se sea consciente, bajo unos disfraces de igualdad, libertad y feminismo, tanto el de ellos como el de ellas, pero que acaban sacando a la luz lo que subyace en el fondo, lo que para mí supone la raíz del problema, o eso creo yo, porque aunque en días 8 de marzo todo el país se inunde de manifestaciones, de eslóganes, de reivindicaciones, ¿qué pasa después en el día a día?, en los actos cotidianos, donde no debería tener la más mínima importancia que un amigo/a le haga un bocadillo a otro/a amigo/a, algo que no sería más que una mera anécdota sin ningún interés para contarla, pero que adquiere protagonismo, cuando una vez más, un grupo de cuatro personas jóvenes, modernas, liberadas, acaban recurriendo al rol hombre-mujer, no sólo en los hechos, sino además con los juicios y las palabras.

 

Creo que es muy importante que el 8 de marzo siga existiendo, importante y necesario, pero no descuidemos la parte, quizás más sutil que nos toca a cada uno/a, se trata de cuidar esos detalles que pasamos desapercibidos, pero que alimentan la desigualdad, y ralentizan todos los avances que se han hecho y los que aún se tienen que seguir haciendo frente a la igualdad de género.

 

Me sigue irritando reconocer que formo parte de esas mujeres feministas que no terminan de exterminar la semilla machista, que sutilmente nos han instalado desde la niñez, y que seguimos alimentando inconscientemente a diario.

 

Me sigue irritando que en una reunión de mujeres, empresarias de éxito, sus relatos sigan sonando a grandes luchas, sacrificios sobrehumanos, hijos desatendidos de los que no recuerdan si se le dió la teta en su momento, y que hacen que me replantee ¿qué es realmente el éxito?.

Me sigue irritando que las estadísticas no bajen en cuanto a maltratos, violaciones o asesinatos.

Me irrita la desigualdad laboral, los techos de cristal.

Y me irrita en este momento escribir este artículo irritada, porque con irritación no se solucionan las cosas, pero a veces esa misma irritación, ese escozor, son necesarios para pararnos a observar, para observarnos, ¿qué es lo que está pasando?, dentro, y fuera.

 

Voy a hacerme un bocadillo, que recordé comprar pan,  y a respirar tranquila, porque bajados los humos se piensa y se siente mejor, y de nuevo, apelando a la seguridad, de que todos los pasos que damos sumen para conseguir la meta deseada, confío en que la manifestación de hoy, tenga sus frutos, y humildemente espero, que la reflexión sobre a la  que os invito a pensar en este artículo, también aporte los suyos.

 

¿Cuándo te sale la machista que llevas dentro?

Merece la pena pararse a observar.

 

 

Redacción: Ester Menchero Lara

Fotografía: Sofía Cerro Torres